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OPINIÓN

Un rumbo y un Canciller para la política exterior argentina

20/06/2021

Tomás Balbino

Licenciado en Relaciones Internacionales. Docente de Relaciones Internacionales UNICEN.

La abstención de la República Argentina a la resolución de la Organización de Estados Americanos (OEA) que condenaba las violaciones a los derechos humanos y exigía la liberación  inmediata de presos políticos en manos del régimen de Daniel Ortega en Nicaragua fue la gota que rebalsó el vaso. Nuestra política exterior está sin rumbo, presa de las tensiones y disputas internas del Frente de gobierno. Si George Kennan (1989) afirmó que son muy estrechos los vínculos entre la política exterior y la política doméstica, entonces la falta de rumbo es generalizada.

Esta falta de rumbo propia de las tensiones del Frente gobernante se complejizan y agravan ante la presencia de un Ministro de Relaciones  Exteriores sin experiencia ni formación para estar a la altura de las circunstancias. Acostumbrado a la dinámica territorial de la política doméstica, el Canciller de la Argentina se mueve como si aún estuviera de campaña en las pampas bonaerenses. Declaraciones inoportunas que reflejan desconocimiento de los asuntos internacionales y un preocupante patoterismo twittero reemplazan las buenas prácticas diplomáticas que un Canciller debiera promover.

Hagamos un breve repaso de algunos pasos de política exterior -o falta de política exterior- de la primera mitad del mandato presidencial de Alberto Fernández, con el Canciller Solá en el Palacio San Martín, para ilustrar la ausencia del rumbo. Empecemos.

El año 2020 comenzó con buenas señales en materia de política exterior. El flamante presidente de la nación eligió Israel como su primer destino para luego continuar con una gira por países europeos. Si bien rompió con la histórica costumbre de que sea Brasil el destino de la primera visita oficial de los mandatarios argentinos, daba una señal de pragmatismo y apertura para una política exterior que presentaba sendos desafíos en un mundo complejo. Trump en la Casa Blanca y en pie de guerra comercial con China.

Sin embargo, esas señales de apertura y pragmatismo pronto desaparecieron. La llegada de la pandemia del COVID-19, la vuelta de los gobiernos a asuntos netamente nacionales como respuesta a las múltiples crisis internas y la ausencia de mecanismos o respuestas multinacionales generaron un virtual alejamiento de la política internacional con la política doméstica. En otras palabras, las urgencias nacionales, sumadas a tendencias globales preexistentes de aumento de los nacionalismos y críticas a la diplomacia multilateral, dejaron un margen muy acotado para la acción coordinada entre los Estados para enfrentar la pandemia y sus consecuencias.

La crisis barrió con todo y también con la ilusión de una política exterior estratégica que ponga en primer lugar los intereses nacionales de la Argentina.

Desde ese momento, los pasos en materia de política internacional del gobierno de Fernández y del Canciller Solá han sido erráticos, descoordinados y con señales extremadamente confusas para el mundo y para la propia ciudadanía argentina.

Hoy más que nunca nuestro país necesita una política exterior pensada y diseñada estratégicamente sobre la base de consensos multipartidarios y multisectoriales. La crisis internacional sin precedentes que trajo la pandemia nos obligan a ser más finos en la implementación de políticas y recursos. Urge la necesidad de tener un rumbo y un Canciller para la política exterior Argentina.

A poco menos de dos años de mandato, las consecuencias de ello son negativas y podemos resumirlas en los siguientes puntos de fricción:

1- Tensiones con Brasil. Las diferencias personales e ideológicas entre Jair Bolsonaro y Alberto Fernández llevaron a un preocupante enfriamiento y posterior deterioro de las relaciones bilaterales entre Argentina y Brasil, eje principal de nuestras relaciones internacionales. Hasta el punto de que aún no existió una visita presencial entre los dos mandatarios.

Fernández y Solá no fueron capaces ni tuvieron la determinación de diseñar una estrategia para bajar los niveles de tensión a nivel político y trazar alternativas institucionales para encauzar la relación bilateral, como por ejemplo utilizar la diplomacia parlamentaria. En cambio, se priorizó la participación en el Grupo de Puebla, la profundización de los vínculos con candidatos opositores a Bolsonaro y como si esto fuera poco, el lanzamiento de opiniones públicas sobre asuntos internos del país vecino.

La relación con Brasil atraviesas sus peores momentos desde el retorno de la democracia y el histórico acercamiento promovido por los entonces presidentes Alfonsín y Sarney en 1985.

2. Crisis en el Mercosur. El 24 de abril del 2020 la Presidencia Pro-témpore del Mercosur, a cargo de Paraguay comunicaba oficialmente que la Argentina había decidido dejar de participar en las negociaciones de los acuerdos comerciales en curso y de las futuras negociaciones del bloque. Ante la sorpresa y alerta de la comunidad política argentina, el gobierno nacional dio marcha atrás con la decisión.

La larga disputa sobre el arancel externo común y la llamada “flexibilización” del Mercosur ingresaba en una espiral de tensiones que continúa hasta hoy y cuyo punto crítico estuvo en la Cumbre virtual de Presidentes con motivo del 30 aniversario del bloque. “Si somos un lastre, que tomen otro barco». dijo Fernández en respuesta a las declaraciones del presidente uruguayo Lacalle Pou, abriendo una crisis diplomática que nos enfrentó con nuestros socios principales Brasil, Uruguay y Paraguay.

Nuestro principal bloque económico y plataforma de inserción internacional vive sus momentos más críticos desde su creación en 1991.

3. Venezuela. El tratamiento de la cuestión venezolana merece un punto aparte en el análisis de nuestra política exterior para Latinoamérica. Refleja tal vez de manera más cruda las tensiones existentes en el interior del Frente de Todos. Un breve punteo de las marchas y contramarchas basta para ilustrar la situación.

Para comenzar, el Embajador argentino ante la OEA, Carlos Raimondi, fue el encargado de sostener la abstención de nuestro país al momento de condenar las violaciones a los derechos humanos en Venezuela y relativizar la gravedad de la situación humanitaria que vive nuestro país hermano. Tiempo después, el Representante Permanente de la Argentina ante los Organismos Internacionales con sede en Ginebra, Embajador Federico Villegas, acompañó con voto positivo el informe presentado por la Alta Comisionada del Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, Michelle Bachelet, que daba cuenta de gravísimas y sistemáticas violaciones a los ddhh por parte del régimen de Nicolás Maduro. Posteriormente, se decidió retirar el acompañamiento argentino a la demanda interpuesta ante la Corte Penal Internacional (CPI) por Canadá, Chile, Colombia, Paraguay, Perú y Argentina en el año 2018 para investigar al régimen de Nicolás Maduro por la presunta comisión de delitos de lesa humanidad.

Como si fuera una montaña rusa, marchas, contramarchas, señales contradictorias y un preocupante apoyo al régimen represor y dictatorial de Nicolás Maduro en Venezuela. Frente al desorden, el Canciller Solá brilló por su ausencia.

4. Nicaragua. Como si el capítulo venezolano fuera poco, se suma el acompañamiento -por lo menos indirecto- a otro régimen totalitario en la región.

Frente a la escalada de represión y encarcelamiento de candidatos opositores al régimen de Daniel Ortega en Nicaragua, la Argentina decidió abstenerse de votar una resolución que alertaba sobre la compleja situación y ponía de relieve la necesidad de que se liberen los presos políticos y se desarrollen elecciones libres, transparentes y participativas. Era Raimondi quien llevaba la posición una vez más, días después de que Felipe Solá en conversaciones con el Sec. de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken, coincidieran en la importancia de hacer esfuerzos bilaterales, regionales e internacionales para promover la democracia y los ddhh en Nicaragua.

Una vez más, tensiones, contradicciones y un Canciller incapaz de promover una visión y acción común.

Deterioro de nuestra reputación internacional

En muy poco tiempo nuestro país experimentó un fuerte deterioro de sus relaciones con sus principales socios regionales y de su reputación internacional en temas como la defensa de los derechos humanos. Esto reveló la ausencia de una estrategia de inserción internacional que incorpore una definición íntegra de nuestros intereses nacionales y objetivos, consolidada sobre la base de la construcción de consensos políticos en el ejercicio de la toma de decisiones. Una política exterior pensada y construida estratégicamente.

Esa ausencia se agravó -y agrava- ante la inexistencia de una conducción empoderada y legitimada de los asuntos internacionales. Las tensiones entre la figura presidencial, la vicepresidencia, la cancillería y los representantes en el exterior generan un escenario de indefiniciones que proyectan una negativa imagen internacional de la Argentina.

Frente a esas carencias, se imponen dogmas, intereses e ideologías partidarias en el tratamiento de los asuntos internacionales. Lo cual nos lleva a acompañar regímenes totalitarios, deteriorar nuestras alianzas estratégicas y debilitar nuestra posición de negociación internacional. Nuestro margen de maniobra se reduce día a día, con consecuencias potencialmente graves para nuestro país, en un sistema internacional determinado por la disputa entre dos superpotencias como son Estados Unidos y China.

Hoy más que nunca nuestro país necesita una política exterior pensada y diseñada estratégicamente sobre la base de consensos multipartidarios y multisectoriales. La crisis internacional sin precedentes que trajo la pandemia nos obligan a ser más finos en la implementación de políticas y recursos. Urge la necesidad de tener un rumbo y un Canciller para la política exterior Argentina.

Menos patoterismo twittero y más diplomacia.

Alberto Fernández, Cancillería, Daniel Ortega, Encuestas Argentinas, Felipe Solá, Nicaragua, Nicolás Maduro, Tomás Balbino, Venezuela
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